Cada vez estoy más convencido de que la radicalización política en la que vivimos tiene en parte su fuente en la comercialización de la idea de mejorar al mundo.
La idea de emprender y hacer bien al mundo a través de los negocios se ha expandido muchísimo en los últimos años. Hemos pasado un par de décadas en las que el emprendimiento e impacto social han pasado a ser parte de los programas educativos de élite. Son ya también parte fundamental de campañas de marketing y de la configuración de los negocios.
No me lo tomen a mal, yo he sido parte de la comunidad que ha empujado estos mensajes y metodologías. En gran medida mi práctica profesional se sigue centrando en este tipo de cosas. La difusión de estas ideas y su creciente consciencia en las clases medias y altas me parece excelente.
Pero…
Creo que en gran medida la polarización política que estamos viviendo actualmente, en la que se es de izquierda o de derechas, en la que surgen cada vez más movimientos radicales y nacionalistas, tienen su cuna en gran medida en la manera en la que este impacto social se ha comercializado y popularizado.
Es más fácil encontrar a una persona de clase media o alta interesada en reducir su uso de plástico a través de la eliminación de los popotes, que a alguien interesado en cuestionar las condiciones socioeconómicas que han establecido que tenga acceso a una educación y servicios de calidad sobre los de las personas que le rodean y le sirven.
Es decir, me temo que hemos generado un sistema en el que es más importante resolver un problema global que en ver lo que pasa directamente a nuestro al rededor. Bajo esta lupa resulta poco sorprendente entender que sectores socioeconómicos olvidados en diferentes países reclamen atención a través de radicalizaciones nacionalistas, fascistas o populistas. Resulta poco sorprendente entender porqué las esferas con mayor acceso a privilegios, involucradas en resolver problemas sexys, se encuentran ciegas a las realidades locales tachando y estigmatizando a otros antes de siquiera escucharlos.
No estoy diciendo que un bando tenga la razón sobre otro, estoy diciendo que la globalización nos ha llevado a olvidarnos de limpiar nuestra propia casa antes de salir a arreglar problemas del otro lado del mundo. Creo que la popularización de problemas globales complejos nos han llevado a olvidarnos de nuestros propios vecinos, para algunas personas como yo es muy fácil ser un extranjero en tu propia colonia pero alguien reconocido en otras partes del mundo. Eso tiene su precio y creo que en gran medida se ve reflejado hoy con las múltiples fracturas sociales que vemos en el mundo y en nuestro propio país.
Quizás nos hemos perdido en una ilusión muy atractiva de nuestro ego. La de generar empresas y soluciones reconocidas que impacten de manera importante, atractiva y reconocible al mundo. Se nos ha olvidado que el impacto más grande que podemos tener es el de activar y actuar localmente, con proyectos o iniciativas pequeñas y lorgables, conociendo al vecino, al mendigo y al puestero, platicando y generando soluciones en conjunto.
Quizás si todos nos enfocáramos en mejorar nuestra propia calle (por así decirlo) podríamos en verdad transformar al mundo.
Menos followers en twitter y más pláticas con nuestros vecinos. Quizás esa sea una mejor métrica de éxito.
mm.