No hay aparato o sistema doméstico que se salve de ser instalado o reparado por mi papá. Desde la lavadora, hasta las computadoras y el internet, pasando por cualquier tipo de plomería y electricidad, todo ha pasado por sus manos.
Cómo cualquier pasatiempo entrañable las reparaciones se guardan para los fines de semana. De niños mi hermano y yo la hacíamos de pasa herramientas, sentados en la caja llena de artilugios y piezas que han sobrado de reparaciones anteriores. Si, no era nada fuera de lo común el que después de una reparación exitosa salieran sobrando una que otra cosa.
Amar los problemas, por complejos que parezcan ser, es algo que siempre le voy a agradecer a mi padre. Arreglar algo descompuesto o instalar algún aparato del cual no tienes ni idea es un reto contigo mismo en el cual la paciencia, el análisis y la persistencia son clave.
Son muchos los aparatos que han alargado su vida útil gracias a la curiosidad de mi padre. Hay algunos cuantos que también perdieron la vida por alguna mala decisión durante una cirugía reparadora. De todos se termina aprendiendo algo nuevo, hallazgos que sirven para tomar mejores decisiones en el futuro.
La actitud necesaria para la aventura del bricolaje similar a la que uno debe de tener en la vida, es decir, hacer las cosas con la convicción de que se puede lograr, tomando cada reto en el camino con positividad, reconociendo los momentos en los que se necesita ayuda externa y aceptando la derrota aprendiendo de ella.
La próxima vez que necesites reparar o instalar algo en tu casa considera la posibilidad de hacerlo tu mismo. Toma las precauciones necesarias, sobre todo si son cuestiones de electricidad, pero regálate la aventura de resolver un problema desconocido.
Feliz día de reparaciones, feliz día del padre.
mm.