Antes que nada… ¿qué es esto?
La mejor excusa que tengo para plasmar lo que pienso es comprometerme a compartir estas ideas con las personas que quiero y admiro, no hay nada que me mueva más.
Así que esto es un ejercicio, un gimnasio mental al que te invito a acudir conmigo. Consiste en enviarte un correo semanal, a veces con ideas sobre la vida, otras sobre diseño e innovación.
Lo que yo te prometo es mi dedicación, tú ya sabrás que hacer con la información.
En este artículo comparto una nueva perspectiva que estoy formando acerca del diseño y su relevancia en la actualidad.
El teatro eterno
Uno de las grandes transformaciones que se han dado en la era moderna es el fenómeno de la individualización occidental. Con esto me refiero a la tendencia de dejar la sombra del colectivo para enfocarse uno mismo en su desarrollo personal y en la alimentación del propio ego a través del consumo, la exposición y el reconocimiento constante. Esto se ha vuelto cada vez más evidente gracias a las redes sociales en donde todos participamos para obtener, de una manera u otra, reconocimiento, exposición y validación.
La analogía que mejor expresa la tendencia sería una relativa al teatro. Antes, por así decirlo, los reflectores se enfocaban en los actores, el clamor y reconocimiento se daba del público hacia la actividad realizada en el escenario. Ahora pareciera que los reflectores se han invertido, aún que el actor se siga llevando aplausos sobre el escenario, es el individuo que está en el público el que realmente busca ser reconocido al publicar el hecho de ir al teatro en sus redes sociales. Ya nadie somos público de nadie, todos jugamos un juego de apariencias en el que todos queremos ser el protagonista reconocido en cada momento.
Esta tendencia se ve reflejada en un montón de cosas.
En el mundo capitalista y corporativo se ha ido traduciendo hacia lo que se conoce como “enfoque en el cliente” (user-centered design, human-centered design, etc.) - donde lo que se busca es “entender” y “escuchar de verdad” de lo que los clientes (odiosamente llamados “consumidores” muchas veces) dicen y desean. Esto con el fin de traducir estos inputs en propuestas de valor enfocadas en hacer la experiencia de productos y servicios más placenteras para así retener y desarrollar nuevas oportunidades de negocio.
La gran paradoja detrás de todo esto es que todos los actores involucrados pretenden escuchar a los demás mientras lo único que quieren hacer es ser escuchados y obtener reconocimiento y placer por lo que dicen y hacen, resultando en una gran cadena estilo human-centripede (dale click o googolealo a tu discreción) donde todos se alimentan y otorgan la necesidad de reconocimiento al otro al mismo tiempo.
Soy de la idea que el human-centered design ha muerto y ha quedado obsoleto por este mismo concepto. Pareciera que estamos constantemente haciendo ejercicios complejos de investigación para preguntarle a un borracho sobre sus deseos y necesidades, obteniendo siempre la misma y obvia respuesta: más alcohol.
Todos queremos dar y obtener placer y reconocimiento aún que en el fondo esto no sea lo que más necesitamos.
Creo que es momento de desarrollar puntos de vista más valientes que en lugar de enfocarse en “mejorar la experiencia del usuario” se dediquen a criticar y cuestionar la naturaleza del ciclo consumista que nosotros mismos como usuarios hemos creado, para así poder proponer soluciones frescas y valientes a necesidades trascendentales. Necesidades que por su naturaleza jamás saldrán de una entrevista, focus group, sesión generativa o investigación de usuario.
Las herramientas actuales que asociamos con diseño o el design thinking se han vuelto una herramienta de un teatro consumista en donde nadie quiere ver a nadie más que el reflejo de sí mismo.
mm.
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